¿Quiénes forman parte de Gatos Plus?

Has llegado a nuestra web, has leido algún artículo y te estarás preguntando: ¿quiénes serán las personas que forman parte de esta web?

Pues bien, este es el lugar donde queremos presentarnos: somos Rafa Ramos y Elisa Parra y vivimos en Sevilla (España). Nos dedicamos a temas de desarrollo web, marketing digital, SEO… (en https://soyrafaramos.com puedes conocer nuestra faceta más profesional). Vivimos en un piso con nuestros 3 gatos: Charly, Crispín y Arya; ¡a pesar de la alergia de Rafa!.

Toda la vida hemos tenido gatos; nos apasionan y son miembros más de nuestra familia. Por nuestras vidas han pasado muchos gatos; cuando estábamos solteros tuvimos a Superman, Canelo, Finidi, Fistro, Iris… (algunos de los gatos de Rafa); o a Grisu, Moco, Luna, Moni… (algunos de los gatos de Elisa). Todos recogidos, adoptados de la calle, cada uno con una historia que contar que quizás lo hagamos en otros post de nuestro blog. Ahora os iré contando yo (Elisa) cuáles han sido nuestros gatos durante nuestra vida juntos.

Cuando fuimos a vivir juntos, Pinkie se vino con nosotros. Era un gato atigrado naranja, recogí en Montequinto (Dos Hermanas-Sevilla) siendo muy pequeño. Un perro boxer lo había atacado y unos niños no lo dejaban tranquilo. El gatito estaba postrado, con la cabeza baja, con signos de desnutrición. Mi madre y yo lo recogimos y lo llevamos a casa, creyendo que no superaría aquella noche. Sin embargo, el gato sobrevivió y al día siguiente comenzamos a administrarle antibióticos. El pequeño superviviente naranjita comenzó a recuperarse, a comer trocitos de pavo. Lo desparasitamos y las pulgas cayeron muertas por cientos… Pinkie sobrevivió y se convirtió en un precioso gato naranja atigrado de más de 5 kilos de peso.

Estando viviendo Pinkie con nosotros, otro de los gatos adoptados por mi familia se puso enfermo: Robbie era un gato medio angora, que subí a mi casa recogido de una colonia de gatos de la urbanización donde vivía, allá por el año 1996. Era un gato buenísimo, que adoptó como hijos a todos los gatos que posteriormente fueron recogidos por mi familia. Robbie se recuperó de su enfermedad con Rafa y conmigo y ya se quedó a vivir en nuestra casa con Pinkie (con quien siempre había convivido). Vivió 16 años hasta su fallecimiento en el año 2012.

Al poco tiempo, otro de los gatos de mi familia se puso malo con insuficiencia renal. Blanco igualmente vino a vivir con nosotros durante su recuperación y ya se quedó en casa a vivir con Pinkie. La insuficiencia renal no se puede curar, pero procuramos con tratamiento y alimentación especial, ralentizar sus problemas urinarios. La historia de Blanco es la de otro gato recogido de la calle. En este caso me lo encontré en un ventanal de una entidad bancaria. Era un gato angora blanco adulto; alguien le había puesto leche en un cuenco y el gato se veía muy descuidado y sucio, ya que tenía trasquilones en el pelo de habérselos cortado con unas tijeras. Lo llevamos al veterinario y no tenía chip. Preguntamos por la zona donde se encontraba y nadie sabía si tenía dueño, de modo que lo adoptamos. Aún siendo un gato adulto, la convivencia con Robbie y Pinkie, que ya eran igualmente adultos, fue estupenda desde el primer momento en que se vieron. Desgraciadamente, Blanco no pudo superar una segunda crisis de su enfermedad renal y falleció en 2013, habiendo vivido más de 10 años desde su recogida de la calle.

Al poco tiempo de fallecer Blanco, Pinkie también murió repentinamente de un fallo cardíaco fulminante a principios de 2014. Habían sido 3 fallecimientos de 3 gatos muy queridos para nosotros, en poco espacio de tiempo y nos quedamos muy pillados, hasta el punto de decidir no volver a tener gatos. Finalmente, y pasados algo más de 3 meses, le dije a Rafa que echaba en falta un gato en casa y que podíamos adoptar alguno. Había visto a través de facebook una camada en Guillena-Sevilla cuyos gatitos recién nacidos estaban en adopción. Tras hablar con Pili, la chica que difundía la petición de adopción, fuimos a Guillena un primero de abril y nos trajimos un gatito macho al que pusimos de nombre Charly.

A Charly casi hubo que enseñarlo a hacer sus necesidades, le dimos el biberón en sus primeros días y se fue haciendo con la casa. Conforme fue creciendo, Charly se convirtió en un gato muy rebelde como nunca habíamos visto (y eso que habíamos tenido muchos gatos desde nuestra infancia): nos mordía, arañaba… no éramos capaces de educarlo. Estábamos desesperados. Nos aconsejaron que un gato gato adulto era quien podría educarlo y en eso que apareció Crispín. Nuestra amiga Rocío nos dijo que su abuela había fallecido y su gato Crispín se había quedado solo viviendo en el piso, pero era necesario buscarle un nuevo hogar. Rocío no se lo podía quedar porque tenía una perra y no se llevaban bien, así que nos ofrecimos a adoptarlo. Crispín era un gato siamés un poco huraño en el trato hacia las personas, pero rápidamente hizo migas con un adolescente Charly al que educó pegándole algún que otro bocado en sus momentos de rebeldía.

Fue casi un año después de la llegada de Crispín, que yendo de camino a casa de los padres de Rafa, nos encontramos cruzando por medio de una peligrosa carretera un bebé de gato blanco y negro. De puro milagro no fue atropellado por los camiones o coches que pasan a gran velocidad por aquella carretera. Rafa paró y yo rápidamente cogí al gatito del cuello y lo subí al coche. Era una gata, la cual no puso resistencia, no era salvaje sino todo lo contrario. Al llegar a casa, la bañamos, ya que la gata venía con mucha suciedad, mal olor y pulgas. Con el propio baño fueron muriendo las pulgas y luego le pusimos un poco de líquido antipulgas que terminó por eliminarlas. Todo ello ocurrió un sábado y al no haber veterinario abierto, tuvimos que acudir a una tienda de animales donde la gata fue revisada por un auxiliar de veterinaria. La gata tenía una de las almohadillas de las patas delanteras quemada, que creímos se debió a las altas temperaturas del alquitrán de la carretera. Le pusieron una crema y le mandaron un antiparasitario interno. Al no saber si portaba alguna enfermedad, la gatita estuvo hasta el lunes aislada de Charly y Crispín. Le habilitamos una caja para las necesidades, una camita, agua y comida; todo ello dentro de la bañera y con el cuarto de baño siempre cerrado para evitar el contacto con los otros gatos. Charly sabía que algo raro había allí, pero no pudo conocerla hasta que la llevamos a nuestro veterinario, que le hizo las pruebas convenientes y una vez descartada la leucemia felina, pudimos presentar a los gatos y a Arya, que es como la bautizamos.

Charly nunca había visto un gato pequeño y fue muy bonito ver cómo se conocían. Arya se puso contentísima de ver a Charly y este curioseaba todo respecto a la gata. Crispín fue más frio al conocerla: prefería evitarla y si Arya se le acercaba le bufaba, aunque sin llegar nunca a pegarle. Necesitó un poco más de tiempo, pero igualmente se hicieron los 3 una familia gatuna.

Todos juntos vivimos en nuestro piso. Charly se ha convertido en un enorme siamés red point de cerca de 6 kilos de peso. Es el jefe de la manada, aunque siente debilidad por sus compañeros y siempre les cede para que coman ellos antes. Crispín está viviendo su segunda juventud: era un gato mayor cuando vino en 2015, pero está encantado de vivir con los otros gatos y cada vez se lleva mejor con las personas. Arya se ha quedado pequeñita y algo gordita; es la gata más cariñosa de los 3 en el trato con nosotros, es muy juguetona y acude cuando se la llama.

Nota: nuestro Crispín falleció el 6 de noviembre de 2020. No sabemos qué edad tenía, pero hablando con mi amiga Rocío (nieta de su anterior dueña) calculamos que pudo vivir más de 16 años. Los más de 5 años que estuvo con nosotros estuvo feliz y eso nos consuela. Ahora está con nuestros otros gatines en el cielo de los peluditos.

Os ponemos algunas fotos más de otros de los gatos que han formado parte de nuestras vidas: